“Los pueblos nunca saben, ni ven, sino lo que se les enseña y muestra, ni oyen más que lo que se les dice”

(Mariano Moreno, Plan de Operaciones — Buenos Aires, 1810)

La noche del 30 de octubre de 1938, la CBS Radio estaba transmitiendo un concierto musical en vivo desde el Hotel Meridian Plaza de Nueva York, cuando de repente la emisión fue levantada por una supuesta información de último momento.

“Damas y caballeros, interrumpimos nuestro programa de baile para comunicarles una noticia procedente de la agencia Intercontinental Radio. El profesor Farrel del Observatorio de Mount Jennings de Chicago reporta que se ha observado en el planeta Marte algunas explosiones que se dirigen a la Tierra con enorme rapidez… Continuaremos informando”, fueron las primeras palabras del locutor.

El flash informativo marcó el inicio de un experimento sociológico liderado por el actor, director y productor de cine estadounidense Orson Welles, que consistió en adaptar la novela clásica de ciencia ficción La guerra de los mundos, del escritor británico Herbert George Wells, a un guion radial, en el que los hechos fueron narrados en formato de noticias.

En aquel entonces no existía la televisión, y si bien todavía faltaba un año para el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, era algo que se veía venir y eso hacía que la humanidad estuviera expectante y suceptible a cualquier tipo de amenaza.

Pese a que la CBS advirtió que se trataba de una dramatización teatral, algunos oyentes desprevenidos y otros que sintonizaron la emisora unos minutos más tarde del inicio del programa creyeron estar oyendo una serie de boletines informativos reales, lo cual desató el pánico en las calles.

Casi 12 millones de personas escucharon la transmisión y otras tantas se enteraron de la “noticia” de manera indirecta. Las líneas telefónicas de emergencia, de las radios y de las redacciones de los diarios colapsaron por varias horas, al igual que las carreteras, las estaciones de trenes y las centrales de policía. Muchas familias abandonaron sus hogares aterradas y hasta se reportaron algunos suicidios. La psicosis era total.

Welles le había hecho creer a los Estados Unidos que el mundo estaba siendo invadido por aliens, aunque en realidad se trataba de una broma pesada en la víspera de Halloween.

A partir de ese suceso quedó demostrado el inmenso poder que tienen los medios de comunicación, y lo fácilmente manipulables que pueden llegar a ser las masas.

EL DÍA QUE PERGOLINI ‘MATÓ’ A PHIL COLLINS

En la Argentina, el experimento de Welles tuvo su versión vernácula, bastante más acá en el tiempo.

Corría el mes de octubre de 1992 y Mario Pergolini conducía “Podría ser peor”, en las tardes de la Rock & Pop. Esa semana se había suicidado el actor Carlos Parrilla y también había fallecido el relator de fútbol José María Muñoz. Alguien de la mesa dijo: “Qué bueno que hoy no murió nadie”. Pergolini miró a su compañero Conrado Geiger, que tenía puesta una remera de Phil Collins, y –rápido de reflejos- lanzó una gran mentira al aire: “Sí, murió Phil Collins… Acaba de suceder. No se sabe bien por qué, pero vamos a poner unos temas en su honor”.

Apenas arrancó la música, los teléfonos de la radio comenzaron a sonar, pero nadie los atendió. A los pocos minutos, otras emisoras radiales y algunos canales de televisión replicaban la noticia de la muerte de Phil Collins con más detalles. Algunos decían que había fallecido en un accidente de autos, otros hablaban de sobredosis y hasta precisaban con una irresponsabilidad absouta la cantidad de droga que el músico había consumido.

Todavía no existía Internet, ni Twitter, ni Facebook, ni Google, ni WhatsApp, ni nada que se les parezca. Tampoco existían los celulares, y para llamar a Londres había que discar primero el número de una operadora internacional, quien se encargaba de establecer la comunicación.

Todos cayeron en la tentación de dar la noticia sin antes chequearla y la información corrió como reguero de pólvora, hasta llegar a los oídos del propio cantante y baterista de Genesis.

Pero esa no fue la única travesura de Pergolini. Hubo otra mucho más reciente y aggiornada a las nuevas tecnologías, solo que esta vez contó con la complicidad de su audiencia.

Sucedió en abril de 2017. El conductor pidió a sus oyentes que tuitearan supuestas declaraciones de Lionel Messi con el hashtag #MessiEnVorterix.

“No tengo problemas con Icardi”, o “De Riquelme aprendí mucho” fueron algunos de los textuales inventados. ¿El resultado? #MessiEnVorterix fue trending topic mundial y varios medios se hicieron eco de la falsa entrevista con la estrella del Barcelona.

TWO TO TANGO

“Para bailar el tango se necesitan dos”, dice el refrán. Y con las ‘fake news’ ocurre algo parecido. Para que una mentira se convierta en noticia se necesita un farsante capaz de contar una historia más o menos verosímil y un idiota dispuesto a tragársela. Del mismo modo, una información verdadera puede ser tildada de opereta con argumentos medianamente convincentes.

Estos tiempos de posverdad son el caldo de cultivo perfecto para cualquiera de las dos cosas. Poco importa si realmente el Hombre llegó a la Luna o si todo fue una puesta en escena dirigida por Stanley Kubrick desde el desierto de Arizona y transmitida por televisión vía satélite para todo el mundo. Probablemente nunca sepamos si Nisman se suicidó, si lo mandó a matar Cristina, o si alguien quiso tirarle un fiambre a la exmandataria, y buena parte de la sociedad argentina seguirá repitiendo que José López revoleaba bolsos con guita por encima de la medianera de un convento, pese a que los videos difundidos lo muestran apoyándolos prolijamente en el suelo.

Como con las religiones, cada uno creerá lo que quiera creer.

Sin ir más lejos, hace poco más de tres años falleció un hincha de Belgrano llamado Emanuel Balbo, luego de haber sido linchado y arrojado desde una de las tribunas del estadio Kempes durante el entretiempo del clásico cordobés. Todo se originó cuando otro hincha del club ‘pirata’ acusó a Balbo de ser un simpatizante de Talleres infiltrado, lo cual no era cierto. Otra ‘fake news’, pero en la vida real.

Lo único que parece importarnos hoy es si lo que nos están contando confirma o refuta nuestras creencias previas, se trate de una noticia periodística, una leyenda urbana, un aviso de Sprayette, o un cartel que dice: “CUIDADO: PINTURA FRESCA”. Algunos preferirán no mancharse, y otros querrán pasar el dedo para comprobarlo.

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SEBASTIÁN GARCÍA

Periodista desde 1998 / C5N, Baires News, Redacción Política, FOX Sports, Canal 9, Infobae, Sitio Oficial del Club Atlético Boca Juniors, Supergol y Olé.